Esta apasionante historia comenzó allá por el siglo XIV, cuando unos marinos genoveses descubrieron un grupo de trece islas, situadas en la costa noroccidental de África, aproximadamente a un centenar de kilómetros de la misma. Estos primeros visitantes de las Islas Canarias, llamadas también las Islas Afortunadas, encontraron una riqueza natural exuberante y repararon en una pequeña ave de color verdoso que poseía un canto muy melodioso y que se parecía bastante en su aspecto exterior a un verdecillo, con el que está emparentado, si bien, éste posee un plumaje en el que resalta más el color amarillo de fondo.
El canario silvestre es un ave granívora que posee estrías negro-parduscas muy abundantes, tanto que tapan casi por completo su color de fondo, el amarillo. El naturalista Carlos Linneo fue el primero en establecer la clasificación taxonómica del canario, que trataremos en otro artículo, y que dejó encuadrado a nuestro pajarito dentro del Orden Paseráceos, en el Género Fringilla y en la Especie Fringilla canaria (clasificación que ha sido modificada posteriormente, siendo la Especie actualmente Serinus canaria ).
De esta forma, el canario empezó a ser conocido en Europa, pero su fama parte de las cortes, ya que los Reyes europeos fueron los primeros en poseer esta avecilla. En 1402, el navegante francés Juan de Bethencourt ocupó las Islas Canarias y a su regreso trajo de regalo a Enrique III de Castilla un canario como obsequio para solicitar su protección y ayuda.
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